En el panteón de dictadores sedientos de sangre, el hombre fuerte iraquí Saddam Hussein casi ha sido relegado al basurero de la historia. Recordado como parte del pintoresco «eje del mal», su legado se teje con episodios de brutalidad y egocentrismo, revelados ahora en un fascinante nuevo libro que arroja luz sobre los entresijos de su régimen y su confrontación con Occidente.
La invasión de Irak en marzo de 2003, basada en la afirmación de la acumulación de armas químicas y biológicas por parte de Saddam, se convirtió en una saga trágica que sumió a la región en el caos durante años. Sin embargo, el autor Steve Coll, en su obra «La trampa de Aquiles: Saddam Hussein, la CIA y los orígenes de la invasión estadounidense de Irak», desentierra una narrativa más compleja y reveladora.
Basado en parte en las cintas secretas de Saddam, el libro ofrece una ventana única hacia la mente del dictador, sus pensamientos íntimos y sus estrategias políticas. Revela a un Saddam que no era simplemente el tirano sanguinario que muchos imaginaban, sino un personaje multifacético, dotado de un talento creativo que se manifestaba en la escritura de novelas y la financiación de películas mientras ostentaba el poder.
Sin embargo, su deseo de perpetuar una imagen de fuerza y omnipotencia lo llevó a cometer errores fatales. La autodestrucción de Saddam se manifiesta en su obsesión por proyectar una imagen de poder, incluso cuando esto significaba encubrir la destrucción de sus propias armas químicas y biológicas, por temor a ser percibido como débil ante su pueblo y Occidente.
El retrato de Saddam trazado por Coll va más allá de la narrativa simplista de un déspota despiadado. Proviene de una dura educación campesina, marcada por la violencia cotidiana, y su ascenso al poder estuvo marcado por purgas despiadadas y una implacable búsqueda de control. Sin embargo, también buscaba ser reconocido como un hombre de cultura, rodeándose de poetas y dedicándose a la literatura y la lectura vorazmente.
A pesar de sus esfuerzos por proyectar una imagen de fortaleza, Saddam subestimó gravemente la capacidad de Estados Unidos para invadir Irak y no hizo lo suficiente para disipar las acusaciones sobre la posesión de armas de destrucción masiva. Su obstinación y su creencia en una omnipotencia ilusoria lo llevaron a su caída, captura y eventual ejecución en 2006.
El legado de Saddam trasciende su figura individual y se entrelaza con la geopolítica de la región. La invasión de Irak desencadenó una serie de eventos que tuvieron repercusiones catastróficas, incluido el surgimiento de ISIS y el fortalecimiento de Irán. La decisión de Saddam de ocultar la destrucción de sus armas químicas y biológicas, en un intento de mantener su imagen de poder, desencadenó una cadena de consecuencias que aún resuenan en Oriente Medio.
En última instancia, Saddam Hussein emerge como un personaje trágico, atrapado en la telaraña de su propio ego y la ilusión de su invencibilidad. Su historia, llena de intrigas, contradicciones y tragedias, arroja luz sobre los peligros del poder desenfrenado y la ceguera ante las realidades políticas y geopolíticas.
Mientras el mundo reflexiona sobre el legado de Saddam Hussein, el libro de Steve Coll sirve como una ventana fascinante hacia los oscuros recovecos del poder y la autodestrucción, y nos recuerda las lecciones cruciales que debemos aprender de la historia para evitar repetir los errores del pasado.