Si todo el cableado que se extiende por los océanos se desplegara, alcanzaría para dar una vuelta al sol.
El 99% de las comunicaciones digitales del mundo dependen de cables submarinos. Si se rompen, podrían terminar ocasionando un desastre para internet de todo un país. ¿Cómo se arregla un fallo en el fondo del océano?
Hay un 1,4 millones de kilómetros de cables de telecomunicaciones en el fondo marino, desplegados a lo largo de todos los océanos del planeta. Si se extendieran en línea recta, estos cables tendrían la longitud suficiente para abarcar el diámetro del Sol. Para ser tan importantes, son sorprendentemente delgados: a menudo tienen poco más de 2 cm de diámetro o aproximadamente el ancho de una manguera.
La reparación y mantenimiento de este sistema de cableado -que comenzó a implementarse a mediados del siglo XIX y que continúa expandiéndose y actualizándose hasta el día de hoy-, ha dado lugar a otro tipo de descubrimientos científicos sorprendentes, que abrieron mundos completamente nuevos y nos permitieron espiar el fondo marino como nunca antes, además de comunicarnos a una velocidad récord.
Al mismo tiempo, nuestra vida cotidiana, nuestros ingresos, nuestra salud y nuestra seguridad también se han vuelto cada vez más dependientes de internet y, en última instancia, de esta compleja red de cables submarinos. ¿Qué sucede entonces cuando se rompen?
«En su mayor parte, la red global es notablemente resistente», dice Mike Clare, asesor ambiental marino del Comité Internacional de Protección de Cables que investiga los impactos de eventos extremos en los sistemas submarinos.
«Hay entre 150 y 200 casos de daños a la red global cada año. Así que si comparamos eso con 1,4 millones de kilómetros, eso no es mucho, y en su mayor parte, cuando este daño ocurre, se puede reparar con relativa rapidez».
Pero, ¿cómo funciona internet a través de cables tan delgados y cómo se evitan desastrosos cortes?
Las amenazas
Desde que se colocaron los primeros cables trasatlánticos en el siglo XIX (dando pie a la era del telégrafo), el cableado ha estado expuesto a fenómenos ambientales extremos, desde erupciones volcánicas submarinas hasta tifones e inundaciones. Pero la mayoría de las causas de los daños que sufren no son naturales.
La mayoría de las fallas, con cifras que varían entre un 70% y un 80%, según el lugar del mundo, se relacionan con actividades humanas accidentales como echar anclas o arrastrar redes de barcos pesqueros, que terminan enganchadas en los cables, dice Stephen Holden, jefe de mantenimiento de Europa, Oriente Medio y África de Global Marine, una empresa de ingeniería submarina que se ocupa de la reparación de cables submarinos.
Por lo general, estos accidentes ocurren a profundidades de 200 a 300 m (aunque la pesca comercial avanza hacia aguas más profundas, en algunos lugares, alcanzando los 1,500 m en el Atlántico nororiental).
Los peligros naturales solo representan entre el 10% y el 20% de las fallas que presentan los cables a nivel mundial, y la mayoría de las veces, están relacionadas con cables que se desgastan en lugares donde las corrientes hacen que rocen contra las rocas, provocando lo que se denomina «fallas en derivación», dice Holden.
(La idea de que los cables se rompan porque los tiburones los muerden es hoy una especie de leyenda urbana, añade Clare. «Hubo casos de daños causados por mordidas de tiburones, pero eso ya pasó porque la industria del cable utiliza una capa para fortalecerlos»).
Sin embargo, los cables deben mantenerse delgados y livianos en aguas más profundas para ayudar a la recuperación y reparación. Transportar un cable grande y pesado a lo largo de miles de metros bajo el nivel del mar supondría someterlo a una enorme tensión. Los que tienden a estar mejor blindados son los cables más cercanos a la costa porque son los que mayores probabilidades tienen de quedarse enganchados con redes y anclas.
Un ejército de barcos de reparación en espera
Si se encuentra una falla, se envía un barco de reparación. «Todos estos buques están ubicados de manera estratégica alrededor del mundo para estar en 10-12 días desde su base», dice Mick McGovern, vicepresidente adjunto de operaciones marítimas de Alcatel Submarine Networks.
«Eso te da el tiempo para determinar dónde está la falla, cargar los cables [y los] repetidores», -los cuales aumentan la intensidad de una señal a medida que viaja a lo largo de los cables-. «En esencia, cuando piensas en el tamaño del sistema, no es mucho lo que hay que esperar», afirma.
McGovern dice que una reparación moderna en aguas profundas debería tomar una semana o dos, dependiendo de la ubicación y el clima. «Cuando piensas en la profundidad del agua y dónde está, no es una mala solución».
Eso no quiere decir que todo un país se quede sin servicio de internet durante una semana. Muchas naciones tienen cables de sobra y ancho de banda que sobrepasa la cantidad mínima requerida, de modo que si algunos se dañan, los otros pueden tomar el relevo. A esto se le llama redundancia del sistema. Debido a esta redundancia, la mayoría de nosotros nunca nos daríamos cuenta si hay daños a un cable submarino; a lo mejor, este artículo tardaría uno o dos segundos más de lo normal en cargarse.
De hecho, en eventos extremos, estos cables pueden ser lo único que mantiene a un país en línea. El terremoto de magnitud 7 de 2006 frente a la costa de Taiwán, cortó decenas de cables en el Mar de China Meridional, pero un puñado de ellos se mantuvo en línea.
Para reparar el daño, el barco despliega un garfio o gancho de agarre para levantar y cortar el cable, tirando de un extremo suelto hacia la superficie y enrollándolo a lo largo de la proa con grandes tambores motorizados. Luego, la sección dañada se arrastra a una habitación interna y se analiza en busca de fallas, se repara, se prueba enviando una señal a tierra desde el barco, se sella y luego se fija a una boya mientras el proceso se repite en el otro extremo del cable.
Una vez fijados ambos extremos, cada fibra óptica se empalma bajo un microscopio para asegurarse de que haya una buena conexión, y luego se sellan con una junta universal que es compatible con el cable de cualquier fabricante, lo que facilita la vida a los equipos de reparación internacionales, dice McGovern.
Los cables reparados se devuelven al agua y, en aguas menos profundas, donde podría haber más tráfico de barcos, se entierran en zanjas. Los vehículos submarinos operados remotamente (ROV), equipados con chorros de alta potencia, pueden abrir vías en el lecho marino para tender cables. En aguas más profundas, el trabajo se realiza mediante arados equipados con chorros que son arrastrados a lo largo del fondo marino por grandes barcos de reparación. Algunos arados pesan más de 50 toneladas e incluso estos se quedan pequeños para trabajos más extremos.
McGovern recuerda un trabajo en el Océano Ártico, que requirió que un barco arrastrara un arado de 110 toneladas, capaz de enterrar cables a 4 metros y penetrar el permafrost.
Descubrimientos
El tendido y reparación de los cables ha dado lugar a algunos descubrimientos científicos sorprendentes: al principio de forma algo accidental, como en el caso de los deslizamientos de tierra submarinos.
En 1929, un terremoto de 7.2 grados se registró en las costas de la Península de Burin, en Canadá. El poderoso terremoto desencadenó un tsunami que le quitó la vida a 28 personas. También cortó lo que en ese momento era una tecnología revolucionaria de las comunicaciones: al menos 12 cables submarinos trasatlánticos sufrieron rupturas en 28 sitios distintos.
Al analizar los cables rotos, se logró identificar que algunos de los quiebres ocurrieron en el momento del terremoto, mientras que unos 16 ocurrieron a lo largo de un periodo de tiempo extendido, y en un patrón de onda.
Si todos los cables se hubieran roto por el terremoto, se habrían roto al mismo tiempo, así que los científicos empezaron a preguntarse por qué había rupturas tan particulares.
No fue hasta 1952 que los investigadores descubrieron por qué los cables se habían partido en secuencia, a lo largo de un área tan extensa y a intervalos que parecían disminuir con la distancia al epicentro.
Descubrieron que un deslizamiento de tierra los había atravesado: su movimiento había quedado trazado por los cables que se rompieron en el fondo marino. Hasta ese momento, nadie sabía de la existencia de corrientes de turbidez: deslizamientos en el suelo marino que se ocasionan por la acumulación de sedimentos en el agua debido a eventos como un terremoto, que los hacen fluir hacia abajo, como la nieve en una avalancha.
Oídos en el fondo del mar
El despliegue de los cables también ha llevado a descubrimientos hechos de manera intencional, cuando los científicos comenzaron a utilizar los cables como herramientas de investigación.
Estas lecciones de las profundidades marinas comenzaron cuando se tendieron los primeros cables transatlánticos en el siglo XIX. Los operadores de cable notaron que el Océano Atlántico se vuelve menos profundo en el centro, descubriendo sin darse cuenta la Cordillera del Atlántico Medio.
Hoy en día, los cables de telecomunicaciones se pueden utilizar como «sensores acústicos» para detectar ballenas, barcos, tormentas y terremotos en alta mar.
Los daños causados a los cables ofrecen a la industria «una nueva comprensión fundamental sobre los peligros que existen en las profundidades del mar», dice Clare. «Nunca hubiéramos sabido que había deslizamientos de tierra bajo el mar después de erupciones volcánicas si no fuera por el daño que se produjo (en los cables)».
En algunos lugares, el cambio climático está haciendo que las cosas sean más desafiantes. Las inundaciones en África occidental están provocando un aumento del desagüe de cañones en el río Congo, que ocurre cuando grandes volúmenes de sedimentos fluyen hacia un río después de una inundación. Estos sedimentos luego se vierten desde la desembocadura del río al Atlántico y podrían dañar los cables. «Ahora sabemos que debemos tender los cables más lejos del estuario», afirma McGovern.
Algunos daños serán inevitables, predicen los expertos. La erupción volcánica de Hunga Tonga-Hunga Ha’apai en 2021 y 2022 destruyó el cable submarino de internet que une a la nación insular de Tonga con el resto del mundo. Tomó cinco semanas reparar su conexión a internet plenamente, aunque se lograron restablecer algunos servicios después de una semana.
Sin embargo, muchos países cuentan con múltiples cables submarinos, lo que significa que los usuarios de internet podrían no notar una falla, o incluso varias fallas, ya que la red puede recurrir a otros cables en caso de crisis.
«Esto realmente demuestra por qué es necesaria una diversidad geográfica de rutas de cables», añade Clare. «Particularmente las islas pequeñas en lugares como el Pacífico Sur, que tienen tormentas tropicales, terremotos y volcanes, son vulnerables, y con el cambio climático, diferentes áreas se ven afectadas de diferentes maneras».
A medida que la pesca y el transporte marítimo se vuelven más sofisticados, podría resultar más fácil evitar los cables. La llegada del sistema de identificación automática (AIS) en el transporte marítimo ha permitido reducir los daños causados por el fondeo, afirma Holden, porque algunas empresas ofrecen ahora un servicio en el que se puede seguir un patrón establecido para reducir la velocidad y fondear.
Pero en zonas del mundo donde los barcos pesqueros tienden a ser menos sofisticados y operados por tripulaciones más pequeñas, todavía se producen daños con las anclas.
En esos lugares, una opción es informar a la gente sobre dónde están los cables y crear conciencia, añade Clare: «Es para beneficio de todos que internet siga funcionando».
Información de BBC