El Departamento de Tesoro de Estados Unidos anunció que el déficit presupuestario del país ha alcanzado cifras históricas durante el año fiscal 2023, llegando a los 1.7 billones de dólares. Este número representa un aumento alarmante del 23% en comparación con el año anterior.
Los datos revelados este viernes también indican que el déficit equivale al 6.3 % del Producto Interior Bruto (PIB) del país, lo que plantea serias interrogantes sobre la estabilidad económica a largo plazo.
La disminución en los ingresos del Gobierno se atribuye principalmente a «recaudaciones inferiores a las estimadas» de impuestos sobre la renta de empresas e individuos, así como a una caída en los recibos de seguridad social y jubilación, junto con impuestos especiales. En particular, los ingresos del Ejecutivo se redujeron en un 9.3 % en comparación con el año fiscal 2022, siendo la mayoría de esta disminución un asombroso descenso de $456,000 millones en los impuestos sobre la renta de las personas.
La secretaria de Tesoro, Janet Yellen, emitió un comunicado para tranquilizar a la nación, explicando que a pesar del aumento del déficit, la economía estadounidense se mantiene «sólida». «Las expectativas anteriores de que Estados Unidos cayera en recesión en el transcurso de 2023 no se han confirmado. Nuestra economía creó más de 300,000 nuevos empleos en septiembre, y el crecimiento de nuestro PIB continúa desafiando pronósticos», subrayó Yellen.
Estos datos alarmantes coinciden con la solicitud urgente del presidente Joe Biden al Congreso para aprobar una partida presupuestaria de más de $100,000 millones. Este presupuesto incluye una ayuda de $14,300 millones para Israel y un paquete de asistencia adicional para Ucrania por $61,400 millones. Estos movimientos subrayan los desafíos financieros y políticos que enfrenta Estados Unidos en el escenario internacional.
Los analistas económicos expresan su preocupación sobre las implicaciones a largo plazo de este déficit récord. A medida que el país lucha por mantener el equilibrio fiscal, las decisiones políticas y económicas cruciales se perfilan en el horizonte.
Estados Unidos está ante una encrucijada, con decisiones difíciles sobre impuestos, gastos gubernamentales y estrategias económicas que tendrán un impacto significativo en el futuro de Estados Unidos y, por ende, en la economía global.
La estabilidad financiera del país parece depender más que nunca de las decisiones tomadas en los pasillos del poder en Washington D.C., donde el camara baja sigue sin nombrar a un presidente.